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DaySounds Position on Racism
June 7th., 2020
Racism is one of the many poisonous fruits growing from the branches of pride, and the
root of pride is self-centeredness (making our egos the gods we truly worship and serve).
If I place myself on the center-of-the-universe pedestal, everything else is going to be
under me. I and the people who--like me--share the pedestal, are above the rest. We are
''superior.'' However, that ''supremacy'' is not real, it is only in our minds, it is a deception
from the father of lies: Satan.
That deception of superiority has many disguises: racial, ethnical, financial, educational,
social, even religious, and it is color-blind (affecting people of all colors and backgrounds).
The elements of the societies where we live can and should improve--through our peaceful
demonstrations, active participation in the components of democracy, and other peaceful
means; however, the changes so obtained are going to be minimal and temporary unless
we put God first and foremost in our lives.
It is only by turning to God, the real and only one God, that we can experience a permanent
change. We can't expect that a permanent change within us--and, therefore, society--can
take place when we throw Him and His Word out of our lives, or when we twist it, by taking
words or passages out of context in order to support our sinful positions, which go against
His Love and Holiness (they always go together).
La Posición de DaySounds acerca del Racismo
7 de junio de 2020
El racismo es uno de los muchos frutos venenosos que crecen de las ramas del orgullo,
y la raíz del orgullo es el egocentrismo (hacer de nuestro "yo" el dios a quien en verdad
adoramos y servimos).
Si me pongo a mí mismo en el pedestal del centro-del-universo, todo lo demás va estar
debajo de mí. Yo y los que--como yo--comparten el pedestal, estamos por encima del
resto. Somos "superiores". No obstante, esa "supremacía" no es real, está solamente en
nuestras mentes, es un engaño del padre de toda mentira: Satanás.
Ese engaño de la superioridad tiene muchos disfraces: el racial, el étnico, el financiero, el
educacional, el social, incluso el religioso, y es daltónico (afectando a personas de todos
los colores y trasfondos).
Los elementos de las sociedades donde vivimos pueden y deben mejorar--a través de
nuestras manifestaciones pacíficas, la participación activa en los components
democráticos, y de otras maneras igualmente pacíficas; no obstante, los cambios
así obtenidos van a ser mínimos y temporales, a menos que pongamos a Dios
primero y sobre todo en nuestras vidas.
Es solamente volviéndonos a Dios--el único Dios real--que podremos experimentar
un cambio permanente. No podemos esperar que un cambio permanente se produzca en
nuestro interior--y, por lo tanto, en la sociedad--cuando le expulsamos a Él y a Su Palabra
de nuestras vidas, o cuando La tergiversamos, tomando palabras o pasajes fuera de contexto
para apoyar nuestras posiciones pecaminosas, que van en contra de Su Amor y Santidad
(los cuales van siempre juntos).
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